Santa Sofía: el símbolo de la arquitectura bizantina que resiste el paso del tiempo

Santa Sofía, la estructura bizantina más importante y uno de los más grandiosos monumentos del mundo, ha sido testigo de los profundos cambios en la historia de Estambul, la antigua Constantinopla.

Construida en el siglo VI por el emperador Justiniano, Santa Sofía fue durante cientos de años la catedral más grande del mundo y el mejor ejemplo de la arquitectura bizantina, que combinó elementos de la tradición grecorromana con influencias de Oriente Medio.

La arquitectura bizantina se caracterizó por el uso de arcos de medio punto, bóvedas y cúpulas, que representaban el espacio celestial. Santa Sofía tiene una impresionante cúpula central de 31 metros de diámetro y 56 metros de altura, sostenida por cuatro pechinas y apoyada en cuatro enormes pilares. La cúpula está decorada con mosaicos dorados que reflejan la luz y crean un efecto de luminosidad.

Santa Sofía ha sufrido varios terremotos, asedios y conquistas a lo largo de su historia, pero ha logrado mantenerse en pie gracias a su ingeniosa arquitectura y a las restauraciones que se han realizado.

En 1453, cuando los otomanos tomaron Constantinopla, Santa Sofía fue convertida en mezquita y se le añadieron cuatro minaretes, un mihrab y un minbar.

En 1934, el fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, la declaró museo y se recuperaron algunos de los mosaicos cristianos que habían sido cubiertos. En 2020, el presidente Recep Tayyip Erdogan ordenó su reconversión en mezquita, lo que generó controversia entre la comunidad internacional.

Santa Sofía es un patrimonio de la humanidad desde 1985 y una de las atracciones turísticas más visitadas de Turquía. Su arquitectura bizantina ha inspirado a otras obras maestras como la basílica de San Marcos en Venecia o la catedral de San Basilio en Moscú.

Santa Sofía es un símbolo de la riqueza cultural y religiosa de Estambul y un testimonio de la resistencia de la arquitectura bizantina ante los desafíos del tiempo.